El viento de esta tarde, el café, la lluvia del otro lado de la ciudad.
Los campos de fresas que no muestran nada bello, parecen albercas cuando les ves de lejos.
El sol sale un poco de entre las nubes y el cabello en mi rostro.
Las horas que pasan, justo estos días comienzan a pasar más rápido.
Nada nuevo hay en mis versos, el paisaje parece ser el mismo desde hace mucho tiempo, un día la lluvia, otro día el calor, grises o azules, no importa, los días, siguen pasando.
A nadie le importa si los escribo como son.
Huelo un sin sentido a todo, la nausea del amanecer, la jornada es un vómito de chismes de otros y sólo resta saltar los charcos y aunque uno intente evitarlo, termina embarrado.
No se puede andar con calma, viene un cualquiera y te arruina el día sólo porque su día se jodió desde el amanecer, cuando se dio cuenta que despierta con un idiota, luego de veinte años se da cuenta de ello.
Otro se miró al espejo y se miró tan abandonado que se ha mentido a sí mismo por cuarenta años.
No quiero despertar siendo así.
Una mañana tomé todas mis cosas y abandoné muchas otras.
Cuántas cosas trae una nube, me lloran los ojos por la luz.
El corazón no está tan triste. Resulta que se llega un plazo que tenía que llegar.
Cualquier resolución que traiga el tiempo, será aceptada.
Si he de volver al cero, he de volver sin resaca, cualquier vuelta, será un comienzo.
Nada pasa, todo deviene
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